En otra oportunidad hemos presentado
anécdotas del teatro. Ahora traemos algunas que provienen tanto del teatro como
del cine.
Es sabido que para que haya espectáculo
tiene que haber obra, director, actores, espacio y público. Si el último falta
a la cita pues entonces ya no hay función. Y no vaya a creerse que la relación
entre autores y público siempre es armoniosa; lo cuenta Rafael Escandón
Después de representarse la primera
comedia de Oscar Wilde, la cual fue un rotundo fracaso, se presentó el autor al
club disimulando lo acontecido en la noche anterior.
-¿Cómo resultó la función? -le preguntó
un amigo.
-He de comunicarle -confesó Wilde con
cierta tranquilidad- que la comedia fue un éxito, pero el público fue un
fracaso.
En relación también al público pero en
otro tenor, Eugenio Barba -citado por Jorge Dubati- da a conocer sus secretos a
la hora de presentar una obra.
Cuando hago un espectáculo tengo en cuenta a cuatro espectadores
imaginarios pero muy concretos. Uno es un niño que entiende literalmente todo
lo que ve y que tendría que mirar sin aburrirse. Otro es un ciego que no puede
seguir las acciones pero sí una lógica sonora que lo fascine. El tercero es un
sordo, que sólo puede ver. El cuarto espectador es aquel a quien llamo Borges:
es alguien que ha leído todas las bibliotecas del mundo y que puede reconocer
en pequeños detalles todas las referencias que contiene el espectáculo.
En otro orden de cosas llama la atención
la puntería que tuvo la madre de Gary Cooper a la hora de descubrir la vocación
de su hijo. Lo cuenta Vittorio Gassman (quien es citado por Luis Ventoso)
Gary Cooper, de jovencito, miraba fijamente al vacío, en silencio. Su
madre le preguntó: “¿En qué piensas?”. Contestó: “Absolutamente en nada”. Y la
madre: “Entonces serás un buen actor”.
¿Y qué pasa con un actor ya
mayor? Con su habitual humor José Sacristán (próximo a cumplir 80 años y citado
por Alberto Ojeda) da cuenta de su experiencia
(…) ahora en lugar de pedirme el currículum de mis actuaciones, lo que
me piden son análisis clínicos y radiografías para ver cómo tengo los
triglicéridos, los leucocitos, los leucocenimos... Saben que me quedan
cuatro días. Yo aprendí de mi maestro y amigo Fernán Gómez que la mayor
demostración del éxito en este oficio es la continuidad.
Ahora bien, para los actores
no es tarea sencilla decidir si un papel es para ellos o no: en ocasiones
aceptan lo que debieron rechazar y en otros casos rechazan lo que debieron
aceptar. Un ejemplo de esto último es el que narra Michel Tournier
Simone Signoret cuenta que Henri Georges Clouzot, cuando estaba a punto
de rodar El salario del miedo,
ofreció a Jean Gabin el papel que finalmente interpretó Charles Vanel. Gabin se
creyó obligado a declinar el ofrecimiento, porque se trataba de un personaje
cobarde, totalmente incompatible con su “look”. Así dejó pasar de largo una de
las obras maestras del cine para dedicarse a interpretar, como es bien sabido,
una serie de bodrios lamentables, que por lo menos respetaban su famosa
“imagen”.
Una muestra de que las actrices pueden
llegar a ser muy convincentes y son capaces de convencer a alguien de cualquier
cosa es la que propone Wislawa Szymborska
Gracias
a ella [Maria Kalergis, 1822-1874] (…) se pudo interpretar a Ofelia en
Varsovia. Hasta su aparición, estaba prohibido representar a Hamlet debido a la
escena del regicidio. La señora Kalergis ya se encargó de explicar a quien hizo
falta que el motivo del asesinato era puramente familiar.
Y
para el final dejamos una reflexión de Luis Buñuel acerca de un sueño
recurrente (en realidad una pesadilla) que es común a la gente del oficio.
(...) sueño (…) frecuente entre la gente de teatro y de cine: tengo que
salir a escena dentro de pocos minutos a representar un papel del que no sé ni
una palabra. Este sueño puede alargarse y complicarse mucho. Yo estoy alarmado,
incluso horrorizado, el público se impacienta y silba, busco a alguien, al
regidor, al director y le digo: Esto es espantoso, ¿qué hago? Él me responde
fríamente que me apañe, que el telón va a levantarse, que ya no se puede
esperar más. Me ahoga la angustia. Traté de reconstruir algunas imágenes de
este sueño en El discreto encanto de la burguesía.
Es así como los pequeños
acontecimientos, una vez más, permiten acercarnos a la vida de directores y
actores.
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