lunes, 21 de septiembre de 2020

Diversas formas de viajar

 

En cuestión de viajes hay para todos los gustos. Muestra de ello es la clasificación propuesta por Rodrigo Fresán en cuanto a la utilización de guías turísticas que asume tres posibilidades:

La primera es estudiarIa de memoria incluso meses antes del viaje en cuestión y trazar un perfecto itinerario luego de desechar varias opciones, como si nos dispusiésemos a desembarcar en las playas de Normandía un día D cualquiera.

La segunda es comprarIa en la ciudad a la que acaba de arribarse y llevarIa en el bolsillo y consultarIa de vez en cuando, como si se tratara del horóscopo o del I-Ching (...)

La tercera -mi sistema preferido, y creo que esto dice más de mí que lo que puede llegar a revelar el análisis de mi ADN- es leerIa recién regresado al hotel, cuando ya se ha visto lo que no se sabe muy bien qué es, pero que nos hizo imaginarnos tantas historias que, en ocasiones, se parecen mucho a la verdad.

Para apreciar la manera en que proceden los que se suman a esta última opción, podemos seguir el testimonio de Aldous Huxley quien hace una breve introducción antes de entrar en materia.

Las complacencias que proporciona la ignorancia son tan grandes, a su modo, como los que otorga el conocimiento. Aunque es excelente cosa la claridad y aunque resulta grato poder colocar cuanto nos rodea dentro de las categorías de un sistema ordenado y comprensible, no deja de serlo también encontrarse de vez en vez en la oscuridad y tener que especular, mediante vagos tanteos, en torno a un mundo que por sernos ignorado queda reducido para nosotros a un conjunto de hechos sin conexión ni orden entres sí, como fantásticas islas inexploradas frente a un vasto océano de incomprensión.

Una vez aclarados los principios por los que se orienta, Huxley aborda la cuestión que nos interesa.

A mi modo de ver, uno de los mayores encantos del viajar consiste en el hecho de que nos ofrece las únicas oportunidades con que contamos para permitirnos la voluptuosidad de la ignorancia. No pertenezco a esa clase de concienzudos viajeros que, antes de visitar un nuevo país, pasan semanas enteras empollándose su geología, economía, arte, historia, literatura. Prefiero, con mucho, ser durante mis cortas visitas primeras un turista perfectamente ignorante. Sólo más tarde, una vez perdida la virginal fragancia de mi desconocimiento, será cuando empiece a leer lo que todo viajero inteligente hubiera aprendido de memoria antes de adquirir su billete. Me pongo a leer y acto seguido, como en una serie apocalíptica, mis impresiones aisladas e incoherentes comienzan a adquirir sentido, mis confusos recuerdos caen y se armonizan dentro de sus moldes adecuados. Las complacencias de la ignorancia han cedido su lugar a las del conocimiento.

Y para que quede claro propone un ejemplo. “Sólo he visitado España dos veces; no lo suficientemente a menudo para haberme cansado de mi ignorancia. Continúo, pues, disfrutando en estar tan poco enterado como sea posible acerca de cuanto he visto desde los Pirineos al cabo de Trafalgar.” Por lo que aún no es tiempo -admite- de acudir a la información correspondiente.

Huxley sabía esperar: “Otras dos o tres nuevas visitas y habrá llegado el momento de acudir a la Biblioteca Nacional de Londres y buscar la palabra ‘España’ en el índice por materias.”

No hay comentarios: