viernes, 18 de septiembre de 2020

Uno de los problemas de la felicidad

 

Y tal vez el más grave, es el miedo a perderla. Sucede que a quien rebose felicidad siempre le perseguirá una sombra, una amenaza: la preocupación ante la posibilidad de dejar de serlo. Enrique Vila-Matas se refiere a ello “(…) la felicidad es algo inquietante, e indeseable. Cuando es plena inquieta porque de un momento a otros se va a escapar.” Quizás por ello prefiere optar por otra variante: “Es mejor la serenidad. La felicidad lleva consigo la proximidad del final… al igual que la absoluta infelicidad tampoco es buena (…)”.

Precisamente a ese temor por dejar de ser feliz se refiere Sándor Márai en su novela El último encuentro, en el momento en que el general le dice a Konrád

Como todas las personas que viven mimadas por los dioses sin ninguna razón, también sentía una especie de angustia en el fondo de tanta felicidad. Todo era demasiado hermoso, demasiado redondo, demasiado perfecto. Uno siempre teme tanta felicidad ordenada.

Más adelante, el mismo personaje fundamenta el origen de su desconfianza -o tal vez, sospecha- hacia el “demasiado”.

Porque los dioses son, como se sabe, envidiosos, y cuando dan un año de felicidad a un simple mortal, lo apuntan como una deuda, y al final de su vida se la reclaman, con intereses de usurero.

Por ello Andrés Trapiello afirma que la felicidad, “la nuestra o la de cualquiera”, es “frágil por naturaleza”.

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