Asociar
riqueza y felicidad no es cosa de nuestro tiempo, tal como lo pone de
manifiesto James Boswell en un pasaje de su conocida biografía del doctor
Samuel Johnson.
El viernes 19 de septiembre [1777], después del desayuno,
el doctor Johnson y yo partimos en la silla del doctor Taylor para ir a Derby.
El día era bueno y decidimos ir por Keddlestone, la residencia de lord
Scarsdale, para que yo pudiera ver la bella casa de Su Señoría. Me quedé
sorprendido de la magnificencia del edificio, y el extenso parque, con el
verdor más bello, cubierto de ciervos y de ganado y ovejas, me encantó. La
cantidad de robles viejos, de un tamaño inmenso, me llenó de una especie de
respetuosa admiración; por uno de ellos habían ofrecido sesenta libras. Los
excelentes senderos con suave pavimento; el gran estanque formado por Su
Señoría con pequeños arroyos, con una hermosa embarcación en él; la venerable
iglesia gótica, ahora capilla de la familia, justamente al lado de la casa; en
una palabra, el gran grupo de objetos excitaron y distendieron mi mente de una
forma muy agradable. “Se pensaría –dije- que el propietario de todo esto tiene que ser feliz.”
Ante
tal deducción, Johnson rectificó con contundencia que “Nada de eso, todo esto
no excluye más que un mal: la pobreza.”
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