Hay
palabras que sería preferible verlas caminar siempre solas; tal es el caso de esperanza.
Sin embargo, la historia muestra la necesidad de mantenerse a sana distancia
de las esperanzas peligrosas, tema al que ya nos hemos referido en este espacio (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2016/04/aplican-restricciones.html).
Por su
parte, Isaac Bashevis Singer también profundiza en la cuestión de las falsas
esperanzas cuando aquello ya se veía venir.
En cuanto
a mí, ya que no era lo bastante valiente para suicidarme, la única posibilidad
que tenía de sobrevivir consistía en escapar de Polonia. No era necesaria una
especial clarividencia para prever el infierno que se avecinaba.
Pero
no todos podían ver lo que ya se respiraba en el aire enrarecido de ese
entorno.
Sólo
aquellos que vivían totalmente hipnotizados por ridículos eslóganes eran
incapaces de ver lo que se nos venía encima. No faltaban demagogos o
simplemente necios que incitaban a las masas judías a luchar subiéndose a las
barricadas junto a los polacos gentiles, con la promesa de que, tras su
victoria sobre el fascismo, aquéllos y éstos se sentirían para siempre hermanos
en Polonia.
En el
ámbito religioso -prosigue Bashevis Singer- también se escuchaban voces que abrían
puertas a la falsa esperanza.
Por su
parte, los líderes religiosos judíos auguraban que si los judíos estudiaban la
Torá y enviaban a sus hijos a estudiar en jéders
y yeshivás, el Todopoderoso
realizaría milagros en su ayuda.
Pero fe
y conocimiento -continúa Isaac Bashevis Singer- no tienen por qué tomar caminos
opuestos.
Aunque siempre
había creído en Dios, yo tenía suficiente conocimiento de la historia judía
para dudar de sus milagros. En los tiempos de Jmielnitski, los judíos habían
estudiado la Torá y vivían entregados a la fe judía quizá más que en ninguna generación
anterior o posterior. Por entonces no existía la ilustración ni la apostasía.
Todas las víctimas de la tortura y la masacre fueron judíos devotos. Acerca de esa época yo había escrito un
libro, Satán en Goray.
Así
fue como muchos quedaron esperando un milagro que -¡ay!- nunca llegó.
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