La revista Muy
Interesante (mayo 2018) presenta un breve perfil del personaje que nos
ocupa.
Giacomo Casanova (1725-1798) fue algo más que un simple rompecorazones.
El veneciano, hijo de comediantes, sedujo a 132 mujeres, según cuenta él mismo
en su libro “Historia de mi vida”, memorias que escribió después de cumplir 60
años por prescripción médica.
A veces la fama es unilateral
y Casanova ha pasado a la historia principalmente como mujeriego, sin que se
preste mayor atención a otras facetas de su vida; tan es así que según la misma
revista
Un verdadero casanova no sólo conquista, sino también conoce, inventa, y
disfruta la vida. Utilizamos su apellido para referirnos a aquellos hombres que
van de flor en flor, por así decirlo.
Pero según Wislawa
Szymborska existen razones fundadas para dudar de lo que cuenta el protagonista
acerca de su vida: “Casanova fanfarroneaba muy a menudo, cosa que, por otra
parte, no me sorprende en absoluto.” Dicho lo anterior, enseguida extiende un
manto de comprensión en relación a sus exageraciones: “Se puede, a falta de
otra cosa, ser franco en una autobiografía breve. Pero ni siquiera un santo
podría resistirse en doce tomos.” Además
¿Cómo se les ocurre pedir verdades y solo verdades al maestro del
autobombo, al mayor playboy de todos los tiempos? Solo con que el cincuenta por
ciento del texto fuese mentira, el resto bastaría para llenar las biografías de
varios bribonzuelos, alborotadores de nivel internacional, titanes de la
vitalidad y la sagacidad, auténticos especialistas a la hora de conseguir
dinero y patrocinios, y plusmarquistas en el arte de seducir mujeres. Pocas se
le resistían, y generalmente eran ellas mismas quienes lo inducían a meterse en
sus camas, movidas por la pasión o el interés, lo que al principio del romance
venía a ser lo mismo. Ese inicio duraba unos días, pero no se alargaba mucho
más por lo general.
Llegados a este punto asoma
la sospecha de fondo que Szymborska propone ante la versión oficial de la vida
de Casanova.
Pero hay una cosa que sí me ha extrañado mucho. Todas esas mujeres se
dejaban abandonar con una facilidad inaudita. Sin sonados altercados, ataques
de furia, intentos suicidas o desmayos provocados por la desesperación. Por más
que un par de días antes escucharan con entusiasmo promesas de matrimonio y
ellas mismas jurasen amor eterno. Ninguna intentaba detenerlo con ruegos o
amenazas, ninguna le andaba pegada a los talones durante años con la esperanza
de que volviese. ¿Cómo es posible que Casanova no consiguiera despertar
sentimientos, más o menos, duraderos? Es dudoso, por otra parte, que lo callase,
¡él, que se jactaba cuando tenía ocasión! (…) El seductor más célebre del mundo
hacía el equipaje sin muchos preámbulos, y a veces hasta le ayudaban algunas de
ellas.
Y para rematar su argumento
Wislawa Szymborska aleja su mirada de Casanova para centrarse en ellas.
Después, con evidente alivio y cierta prisa volvían con sus bondadosos
maridos o sus poco atractivos prometidos, o se entregaban de inmediato a una
nueva aventura, como si la anterior no fuese digna de unos instantes de
reflexión. ¿Desencantadas? ¿Abatidas? ¿Aburridas?
Así es como la duda queda
sembrada en torno al maestro del autobombo.
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