lunes, 29 de noviembre de 2021

Tener

 

Al mismo tiempo que las dicotomías suelen simplificar lo complejo, contribuyen a aclarar algunos tópicos sociales. Un ejemplo de ello lo constituye la pregunta “¿Tener o ser?”, título de una de las obras de Erich Fromm (publicada en 1976).

Antes y después muchos fueron los autores que se refirieron al tema.

Carlos Maggi cuestiona la notable primacía del tener en el marco de la sociedad contemporánea.

Se ha convertido a las gentes en toxicómanos de las comodidades; nadie dice basta porque de su saciedad se le hace nacer nueva sed. (…) La gente no quiere ser feliz, quiere ser propietaria; y por esta o aquella tajada o por estos añicos de la repartija, se lucha, se sufre dolor y humillación, se mata y se muere poniendo a un lado, expresamente, los sentimientos o las ganas de ser sencillamente mejores o más felices. (…) la lista de objetos ya no tiene fondo y (…) el tiempo se gasta entero antes de concluirla.

Y Carlos Maggi termina su argumentación con un cuestionamiento de fondo: “¿De qué vale tener si no se es?”

Por otro lado, hace ya algunas décadas Aldous Huxley percibía la imposición social actuante que fomenta la necesidad de un tener actualizado.

Al público se le enseña que “estar al día” es uno de los principales deberes del hombre y dócilmente acepta tan reiterada sugerencia; hasta el punto de que todos venimos a ser esnobs de lo moderno.

A este respecto, Eduardo Galeano ejemplifica lo que va de la comedia a la tragedia en esta cultura de la simulación.

El periodista norteamericano Marc Cooper ha encontrado muchos impostores en el paraíso del consumo: chilenos que se asan con las ventanillas cerradas para mentir que tienen aire acondicionado en el automóvil, o que hablan por teléfonos celulares de juguete, o que usan la tarjeta de crédito para comprar papas o un pantalón en doce cuotas. El periodista también descubrió algunos trabajadores enojados en los supermercados Jumbo: los sábados por la mañana, hay gente que llena el carrito hasta el tope con los artículos más caros, se pasea entre las góndolas exhibiéndose un buen rato y después abandona el carrito repleto y se va por el costado sin comprar ni un chicle. (…)

En el otoño del 98, en pleno centro de Buenos Aires, un transeúnte distraído fue aplastado por un autobús. La víctima venía cruzando la calle, mientras hablaba por un teléfono celular. ¿Mientras hablaba? Mientras hacía como que hablaba: el teléfono era de juguete.

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