En los terrenos de
la música -como en tantos otros- las diferencias en gustos y apreciaciones no
se hacen esperar y por lo general la música sinfónica es considerada un deleite
para los oídos, representa una de las cumbres artísticas.
La obra de Beethoven
es referente en la materia y Fernando Zamora narra una singular anécdota en
relación a ello.
Se cuenta que
cuando Goethe atendió a la presentación de la Novena Sinfonía de Beethoven
dijo: “he escuchado toda la música que un hombre puede escuchar”.
Aparentemente, después de esto no volvió a ir a una sala de conciertos.
Sin embargo, no
faltan los irreverentes que toman distancia de las mayorías presentando
un punto de vista opuesto; tal es el caso del escritor Mario Levrero.
(…)
Y lo más difícil de soportar es la música sinfónica. Yo estaba perplejo con ese
extraño fenómeno de las sinfonías; no me explicaba el porqué de su existencia.
Un amigo bonaerense me explicó una vez: la música sinfónica nació cuando se
terminaron las cortes de los Reyes, o sea que es un producto de
Lo anterior según
Levrero -posiblemente retomando los conocimientos de quien identifica como su
amigo bonaerense- fue en detrimento de la música.
También
bajó, naturalmente, la calidad, para que el público masivo entienda o crea
entender. Son formas musicales esencialmente muy simples, cuyo único mérito es
el volumen de sonido.
Eso sí, acepta algunos
casos especiales
Hay
excepciones, como siempre, soy fanático de La
consagración de la primavera que, si bien no es una sinfonía, utiliza todos
los recursos de la gran orquesta y hace todo el ruido posible. Pero es algo
creativo, regocijante, lleno de imaginación y color (…)
En opinión de Mario Levrero
esta obra de Ígor Stravinski se cuece aparte al distanciarse de
(…)
esos torpes golpeteos de Beethoven, que siempre me hizo acordar a un niño
tocando el tambor a la hora de la siesta. Toda esa música tiene la simpleza y la
machaconería y la prepotencia de las marchas militares. Es música militar, o militarista. Siempre se asocia con Napoleón y
otros personajes brutales.
Finalmente pondera a
Mozart, “(…) es otra cosa. Incluso en las obras más populacheras conserva algo
de la música de cámara, algo fresco e imaginativo.”
Queda abierta la
invitación a la polémica.
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