¿Quién?,
¿dónde?, ¿cuándo? no ha llegado a la noche con la sensación de que tuvo un día
perdido. De esos días en que vivimos sin vivir, estuvimos sin estar y pasamos
sin ver.
A
veces esas jornadas se suman, tal vez por ello Miguel d’Ors se preguntaba “¿(…)
por qué razón tan poco razonable/ hay semanas que sólo tienen lunes...?” Y una
vez ya en tren de cuestionamientos es difícil parar, como le aconteció en
cierta oportunidad a Juan José Millás: “Me
meto en la cama tarde, con la sensación de haber malgastado el día, quizá de
haber malgastado la vida.”
Ahora
bien, esta sensación de haber perdido el día (al decir de Andrés Trapiello “algunos días no pasan, sino que mueren”) ha sido referida por muy
diversos autores. Cuenta Victoria Iglesias que la inscripción de una tarjeta en
casa de Carmen Martín Gaite decía: “Hoy es tan tiempo como ayer. Mañana lloraré
este día que no supe habitar. 2 de diciembre de 1972.”
Hay días que ponen en bandeja la posibilidad de convertirlos en perdidos; un ejemplo de ello lo da Andrés Trapiello: “¿Qué podemos pedirle al dos de enero, acaso una de las fechas más anodinas del calendario?” Otras jornadas, por el contrario, parecen venir con todo para convertirse en momentos propicios, pero…; el mismo Trapiello se refiere a ello cuando sostiene que “hay mañanas en que la vida nos parece como una ópera: buena música para un libreto mediocre.” Wislawa Szymborska no queda fuera de este cuestionamiento existencial:
Ayer me
porté mal con el cosmos.
Viví todo
el día sin preguntar nada
sin sorprenderme
de nada.
Realicé
acciones cotidianas
como si fuera lo único que tenía que hacer.
En
fin, tal vez sea por acostumbramiento, por burocratización de la propia existencia
o por sentir que tenemos muchos días por delante y que con perder algunos no
pasa nada o…, pero la cuestión es que como dice el pintor Pepe Cerdá -citado
por Ismael Grasa- “un día es una cosa muy seria”.
Finalmente, Mario Levrero también se vio afectado por la situación que venimos considerando: “Son casi las seis de la mañana. Está amaneciendo, o ya amaneció. El día estuvo lluvioso, un verdadero asco. No salí a la calle. Puede decirse que fue un día perdido (…)”
Pero esto del día perdido seguramente tiene que ver con la noción de que el
tiempo es oro por lo que hay que orientarlo hacia el éxito y el triunfo, ello
da fundamento para que el mismo Levrero se cuestione -y nos cuestione- al
respecto: “(…) pero todavía estoy por saber qué es un día ganado”.
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