Muy difícil mantener la unidad en instituciones integradas por quienes tienen convicciones, principios, ideologías y situaciones tan diferentes. El ámbito religioso no es ajeno a ello aun cuando la fe profesada sea la misma.
En una simplificación que está muy lejos de reflejar
la complejidad de la cuestión, hay quienes dividen el espectro entre
progresistas y conservadores, pero ello no puede dar cuenta de lo que presenta
múltiples aristas y tópicos.
En el caso de la Iglesia Católica -seguramente
no muy diferente a otras- se identifica como progresistas a quienes empujan
hacia cambios de consideración, buscando que la institución asuma actitudes más
radicales. Frente a ello los sectores conservadores son percibidos como aquellos
que en respuesta a lo anterior ponen el grito en el cielo y agitan las aguas,
procurando detener lo que identifican como severo deterioro institucional, lo
que además atenta contra la tradición.
Hay coyunturas históricas, como la actual,
en que la problemática alcanza niveles de mayor difusión y algunos incautos
consideran que están ante una situación inédita, cuando en realidad las cosas
no son así.
Veamos algunos ejemplos a este respecto.
Cuenta José Jiménez Lozano que en 1891 “cuando
León XIII publicó la [encíclica] ‘Rerum novarum’ (…) en España se hizo una
comunión general y solemne para pedir por el Papa que se había vuelto
socialista”. En relación a ello mismo Enrique Miret Magdalena añade que “se
celebraban misas para que los católicos ¡rezaran por la conversión del Papa!
Porque se veían con preocupación que fuera excesivamente progresista en el
terreno social”.
En México las cosas no fueron distintas ya que
en estos tiempos -sostiene Jiménez Lozano- “el obispo de San Luis de Potosí
[sic] (…) tuvo los ejemplares de la encíclica guardados en una bodega hasta la
revolución, por miedo a los ricos”.
Unos años después la polémica seguía presente en España; es
Manuel Vázquez Montalbán quien se refiere a ello.
(…) me ha recordado la reacción de la
derecha española durante la Segunda República [1931-1939] ante las propuestas
de reforma agraria presentadas por la derecha civilizada. En el transcurso de
una sesión parlamentaria, Jiménez Fernández, diputado del sector más
progresista (…), presentó una propuesta de reforma agraria y para defender su
propuesta utilizó encíclicas papales y la doctrina social de la Iglesia en su
conjunto. Entonces, uno de los diputados de la derecha más ultra le dijo: “Como
su señoría quiere quitarnos las tierras con ayuda de las encíclicas, nos vamos
a hacer ateos”.
Pasan algunas décadas y resurge
la cuestión, tal como lo comenta Monseñor Samuel Ruíz
[Los concilios] sólo son peligrosos para
Las preguntas son muchas ¿es un problema solamente de
personas y grupos o será que la esencia, la doctrina y los textos fundamentales
son incompatibles con ciertas ideologías y actitudes?
En lo
dicho: problemas de hoy, que son problemas de ayer (y seguramente de mañana).
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