jueves, 2 de febrero de 2023

Problema de hoy, que son problemas de ayer (y seguramente de mañana)

Muy difícil mantener la unidad en instituciones integradas por quienes tienen convicciones, principios, ideologías y situaciones tan diferentes. El ámbito religioso no es ajeno a ello aun cuando la fe profesada sea la misma.

En una simplificación que está muy lejos de reflejar la complejidad de la cuestión, hay quienes dividen el espectro entre progresistas y conservadores, pero ello no puede dar cuenta de lo que presenta múltiples aristas y tópicos.

En el caso de la Iglesia Católica -seguramente no muy diferente a otras- se identifica como progresistas a quienes empujan hacia cambios de consideración, buscando que la institución asuma actitudes más radicales. Frente a ello los sectores conservadores son percibidos como aquellos que en respuesta a lo anterior ponen el grito en el cielo y agitan las aguas, procurando detener lo que identifican como severo deterioro institucional, lo que además atenta contra la tradición.

Hay coyunturas históricas, como la actual, en que la problemática alcanza niveles de mayor difusión y algunos incautos consideran que están ante una situación inédita, cuando en realidad las cosas no son así.

Veamos algunos ejemplos a este respecto.

Cuenta José Jiménez Lozano que en 1891 “cuando León XIII publicó la [encíclica] ‘Rerum novarum’ (…) en España se hizo una comunión general y solemne para pedir por el Papa que se había vuelto socialista”. En relación a ello mismo Enrique Miret Magdalena añade que “se celebraban misas para que los católicos ¡rezaran por la conversión del Papa! Porque se veían con preocupación que fuera excesivamente progresista en el terreno social”.

En México las cosas no fueron distintas ya que en estos tiempos -sostiene Jiménez Lozano- “el obispo de San Luis de Potosí [sic] (…) tuvo los ejemplares de la encíclica guardados en una bodega hasta la revolución, por miedo a los ricos”.

Unos años después la polémica seguía presente en España; es Manuel Vázquez Montalbán quien se refiere a ello.

(…) me ha recordado la reacción de la derecha española durante la Segunda República [1931-1939] ante las propuestas de reforma agraria presentadas por la derecha civilizada. En el transcurso de una sesión parlamentaria, Jiménez Fernández, diputado del sector más progresista (…), presentó una propuesta de reforma agraria y para defender su propuesta utilizó encíclicas papales y la doctrina social de la Iglesia en su conjunto. Entonces, uno de los diputados de la derecha más ultra le dijo: “Como su señoría quiere quitarnos las tierras con ayuda de las encíclicas, nos vamos a hacer ateos”.

Pasan algunas décadas y resurge la cuestión, tal como lo comenta Monseñor Samuel Ruíz

[Los concilios] sólo son peligrosos para la Curia. Cuando murió en pleno concilio el gran Juan XXIII yo escuché a un monseñor de la Curia rezar por él. “Que Dios le perdone el daño que ha hecho a la Iglesia con este concilio”, rezaba.

Las preguntas son muchas ¿es un problema solamente de personas y grupos o será que la esencia, la doctrina y los textos fundamentales son incompatibles con ciertas ideologías y actitudes?

En lo dicho: problemas de hoy, que son problemas de ayer (y seguramente de mañana).

No hay comentarios: