Nadie que se haya acercado a un taller literario ha dejado de escuchar la recomendación infaltable: es necesario encontrar la voz propia. Conquista indispensable -se dice- para quien pretenda incursionar en el mundo de las letras. Pero la cosa no es tan sencilla y a ello se refiere el poeta chileno Raúl Zurita.
Creo que la gran lucha que tiene un poeta joven es lo
que se llama hacer una voz propia. Leía a Borges, sus “Two English Poems”, y
después me ponía a escribir y me salía igual. Leía “Residencia en la tierra” de
Neruda y me salía igual. Todo me salía igualito a lo último que leía. Me podía
engañar por media hora y después sobrevenían abismos de angustia.
Hasta que llegó el momento tan esperado “escribí algo
que me pareció que sí, que ahí estaba la famosa voz propia”. Pero muy pronto la
euforia por semejante hallazgo se convirtió en desencanto: “Y me di cuenta de
que no hay nada menos propio que la voz propia. Es una voz que está ocupada por
todos menos por ti.”
Una pequeña muestra de su obra es el poema “Del amor
de Chile”
Del amor de Chile, del amor de todas las
cosas que de norte a sur, de este
a oeste se abren y hablan
Los torrentes y los nevados que se tocan
y hablan amándose porque en este mundo
todas las cosas hablan de amor;
las piedras con las piedras y los pastos
con los pastos
Porque así se aman las cosas, las playas,
los desiertos, las cordilleras, los
bosques de más al sur, los glaciares y
todas las aguas que se abren tocándose
Para que tú las veas se abren
Sólo para que tú lo escuches Chile se
levanta
Sólo para que tú y yo no miremos
por todo el horizonte, si mira
se levantan
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