Mucho
se ha repetido en estos tiempos de fuerte presencia de las redes que cada quien
debe ser su propia agencia de publicidad y de no ser solvente en ello, corre el
riesgo que su trabajo -por bueno que sea- quede en los márgenes del anonimato.
A
Marta D. Riezu le interesó el tema y nos advierte de uno de los grandes retos que
se presenta en relación a ello: “Una de las elegancias más difíciles de aprender
es la de venderse a uno mismo.”
Pero
no se queda en identificar el riesgo sino que enuncia tres sugerencias básicas para
lograrlo.
La
primera de ellas es no ser ansioso: respetar los tiempos, diseñar una
estrategia adecuada, saber esperar (no comer ansias, diríamos por estos
rumbos).
En
segunda instancia hay que saber hablar sin miedo. El punto lo ilustra nada
menos que con el ejemplo de Toni Morrison, reconocida editora y escritora, que supo
impulsar a varias colegas, así como abrir espacios en las universidades “a los Black
Studies y a la conversación poscolonial”. Es así como Morrison
Animaba a
las autoras a ensayar su tono de voz, su modo de presentarse, y a convenir
sueldos y adelantos. “Cuando yo iba a pedir un aumento me ofrecían una miseria,
y aprendí a pactar. ‘No, la oferta es muy baja. Usted es el jefe, y sabe lo que
quiere. Yo también sé lo que quiero. Mi trabajo es un negocio, no soy una chica
jugando a ser escritora’.”
Finalmente,
su tercera sugerencia consiste en “ser un poco sinvergüenza”, lo que ejemplifica
con la exitosa estrategia de un aspirante a escritor.
El
fabuloso y despiadado A. J. Liebling escribía tan bien de gastronomía (no hay
más que verle el cuerpazo) como de boxeo. Detestaba la escritura desde la
comodidad del escritorio: “Lo único en lo que piensan los periodistas es en
volver a casa con su mujer y sus niños, en lugar de andar por los bares empapándose
de información.” Recién llegado a Nueva York y sin trabajo pagó tres días a un
hombre anuncio -esos que llevan un cartel-sándwich encima- para que se pasease
delante del edificio del New York World de Joseph Pulitzer. En el cartel
ponía: “Contratad a Joe Liebling”.
El plan
dio buenos resultados y poco después sus textos comenzaron a ser publicados en
el citado periódico.
Ahora
bien, Marta D. Riezu reconoce su falta de habilidad en la materia y acepta que
no es buena para venderse; de esta manera se suma a la multitud de quienes saben
dar consejos que no aplican a sí mismos.
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