La obra de ciertos artistas se encuentra
asociada a los excesos en su vida. Ahora bien, está demás puntualizar que muchos
bohemios con comportamiento disipado no han creado ninguna obra de arte; así las
cosas: el exceso no es garantía.
Hecha la precisión anterior, no es secreto
que algunos escritores se daban -y se dan- al vicio con todas las previsibles
consecuencias a que ello puede dar lugar.
Por decisión propia o bien por
influencia de familia y amigos, hay quienes han querido rectificar su rumbo. Entre ellos -y sin que esto pretenda ser mala
propaganda para Alcohólicos Anónimos e instituciones del mismo ramo- hubo ocasiones
en que al dejar la bebida, con ella se fue también el genio.
Román Gubern presenta el triste caso de
quien perdió su veta creativa a partir de sufrir un proceso de desintoxicación.
Jacinto Esteva encarnó modélicamente al
artista de talento habitado por la necesidad de la autodestrucción. Su
biografía, llena de excesos, merecería una novela cargada de episodios
coloristas, como el de la partida de póquer en que, sin dinero en la cartera,
en la alta madrugada se jugó y perdió a su esposa a manos de un italiano. (...)
En los años setenta Jacinto desapareció,
pues fue a hacer una cura de desintoxicación alcohólica a los Estados Unidos. A
su regreso, el vivaz, creativo y provocador Jacinto se había convertido en un
abstemio soso y apático. Fue como si hubiese sufrido una lobotomía psíquica.
Este peligro que se corre con la
rehabilitación no es exclusivo del rubro de la bebida.
Veamos lo que sostiene José Jiménez Lozano.
“(...) Oídas a medias unas cosas muy científicas sobre ‘ludópatas’. No sé, pero yo
conozco a dos: a Cervantes y a Dostoievski, y para éste sobre todo el juego
resultó un drama.”
Y es entonces cuando Jiménez Lozano
aborda la cuestión. “El problema está en
saber si, después de que alguien le hubiera liberado a la fuerza de esos
demonios del juego, hubiera seguido siendo Dostoievski. Es lo que no tengo
claro.”
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