Los
notables adelantos científicos y tecnológicos no han sido suficientes para
desentrañar el misterio (tarea imposible por naturaleza) del yo que somos, que
estamos siendo. Porque al decir de Clarice Lispector: “Que yo sea yo es pura
coincidencia” y por esos mismos rumbos encontramos a Silvia -estudiante de
Odontología en la ciudad de Buenos Aires- quien en las famosas libretas de José
(Rosenwasser) anotara: “Justo a mí me tocó ser yo…”
No deja de ser curioso que este azaroso
yo -que además es inatrapable y solo nos permite aproximaciones siempre
provisorias- ande en estos tiempos tan parado de sí mismo, lo que tal vez se explica
en función de este mismo desconocimiento.
Hay quienes toman prudencial distancia
de esta entronización del yo; es el caso de Jorge Luis Borges -citado por Isidoro
Blaisten- quien expresara: “Yo que
soy nadie”.
Vecino del yo es el mi que también suele vivir en la
desmesura, lo que no pasó inadvertido a José Emilio Pacheco
(...) Tan
grandes y tan ávidos como el pronombre yo sus dos brazos, las dos letras que
forman el posesivo mi, el más ambicioso, el más ilusorio, el que más
decepciona. Cómo puedo hablar de mi vida si los días son obra del ciego
azar y de las voluntades ajenas. Tampoco vale decir mi ciudad, porque ya
me resulta extraña, ya no están los lugares, nunca podré regresar a los ámbitos
sagrados. La vida no es de nadie, la recibimos en préstamo. Lo único de verdad nuestro
será la ausencia.
Así pues, en los terrenos del yo y del mi es recomendable moverse con humildad y a ras de piso, dejando las ínfulas para mejor ocasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario