Hace
tiempo en este mismo espacio nos referimos a los tatuajes (https://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2020/08/los-tatuajes-tienen-su-historia.html).
Ahora
volvemos al tema.
Cuando
menos parece curioso que en la cultura de lo efímero, lo pasajero, lo provisorio,
los tatuajes con declaraciones íntimas y personales gocen de tan buena salud (seguramente
ya se inventó el método para borrarlos y esa sea parte de la explicación).
En un
texto titulado “La ceremonia del tatuaje”, Francisco Hernández alude al procedimiento:
“Ya elegido el diseño y el mensaje, llegas hasta la tinta y las agujas. No
duele tanto como habías imaginado y es rápido.” Más adelante se pregunta “¿Qué
tan importante es el exhibicionismo en el tatuaje?” La respuesta no tarda en
llegar: “Es fundamental, diría yo. Uno se tatúa para que lo vean tatuado.” Pero
la cuestión va más allá de ello.
Hay mucho
de atrevimiento, de transgresión o de audacia, por traer en la piel, hasta después
de muerto, un corazón o un ancla o unas iniciales o un nombre completo o una
fecha. El tatuaje es un sello, una escritura, una herida. Es anterior a la
imprenta y podemos situarlo al lado de lo imborrable. Un tatuaje soñado no
desaparece al despertar.
Creo
que llegados a este punto es recomendable citar a Irene Vallejo en relación al
tema: “El problema es que nuestros ‘siempres’ suelen ser efímeros (…)”. Lo que
constituye una invitación -otra vez- a pensar muy bien antes de actuar.
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