En
este mismo espacio ya nos hemos referido tanto al momento de hacer el cierre de
caja de fin de año
(https://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/search/label/Balance%20de%20fin%20de%20a%C3%B1o)
como a la celebración del recién llegado
(https://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/search/label/a%C3%B1o%20nuevo)
Dada
la oportunidad que nos brinda el calendario ahora volvemos al tema guiados por
Carlos María Gutiérrez quien al escribir estas líneas -como se infiere sin
mucha suspicacia- estaba dejando atrás un ciclo particularmente difícil. “Yo no
tengo nada que decir sobre mis propósitos para el año nuevo. No albergo, por
otra parte, ninguna clase de propósitos.” Para ilustrar lo que estaba viviendo propone
una comparación.
Cuando
el escuálido maratonista, cubierto de polvo, sudor y linfa, con los pulmones
destrozados y los ojos inyectados en sangre, consigue llegar a la meta y se
desploma del otro lado de la línea blanca ¿habrá algún alma miserable que se
arrodille junto al agonizante para preguntarle sobre sus propósitos relativos a
la próxima maratón?
Confórmense
con que haya llegado a este 31 de diciembre sin haber muerto en el camino; que
les baste con que haya cubierto todo el recorrido y nada de preguntas. Déjenme
que me siente un rato, aquí en el pastito, y recobre el resuello. (…)
Gutiérrez
propone un cambio en la dirección de la mirada. “Mejor que de propósitos para
el año nuevo, les puedo hablar del año viejo. La gente, en estos días, tendría
que llenarse menos de planes y esperanzas, y más de recuerdos.” Y concluye en
el mismo tono: “Ustedes, elitistas, se le apilan al sonrosado recién nacido, lo
miman, lo festejan, le prenden fuegos artificiales, como si les fuera a traer
la felicidad.”
Con todo y todo. ¡Muy Feliz Año Nuevo!
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