El famoso arquitecto Antonio Rivas
Mercado fue el autor del proyecto, el ingeniero Roberto Gayol realizó y dirigió
la obra y el artista italiano Enrique Alciati se encargó de los grupos
escultóricos.
Según lo atestiguan algunas fuentes,
la difícil cimentación de esta obra requirió del hincado de 5000 pilotes de
madera así como algunos de concreto y estuvo a cargo de un grupo de técnicos
mexicanos encabezados por los ingenieros Gonzalo Garita y Miguel Gorozpe.
La primera piedra se puso una vez
concluida la cimentación el día 2 de enero de 1902 en una ceremonia encabezada
por el general Porfirio Díaz, según crónica de época que recoge Paco Ignacio
Taibo I
Don Porfirio era
hombre que pensaba en el mañana, por eso llevó a cabo toda una representación a
beneficio del futuro. El día 2 jueves, de enero de este año de 1902, tomó una
pala de albañil construida en plata, removió una cubeta, también de plata, en
la que había una pasta de cemento y metió en un agujero abierto en una piedra,
un cofre.
Sobre esta piedra
y este cofre, recubierto por el cemento se elevaría el monumento rematado por
un ángel dorado que ya forma parte de los símbolos de la ciudad.
Dentro del cofre
quedaba bien guardado todo esto:
Un retrato firmado
de don Porfirio.
Una copia del
título profesional de don Antonio Rivas Mercado, autor del monumento.
Unas monedas de
plata.
Y un ejemplar de
los siguientes periódicos: El Imparcial, El tiempo, Mexican Herald, El mundo ilustrado.
Cuando todo esto,
con el cofre, fue cubierto por otras piedras, el poeta Juan de Dios Peza,
recitó una de sus obras. Después la música comenzó a sonar.
La obra continuó por varios años
terminándose la base, el zócalo y el pedestal para enero de 1906. Pero un
tiempo después de iniciada la construcción de la columna, y cuando ya se habían
colocado más de 2400 piedras de cantera, el gran peso no fue soportado por la
cimentación original por lo que la columna empezó a perder la verticalidad por hundimiento
del cimiento. Según Héctor de Mauleón
Las malas noticias
aparecieron en diciembre de 1906, cuando Rivas Mercado descubrió que el
monumento, que tenía ya una altura de 20.5 metros, tenía también una
inclinación de dos grados. Desesperado, Rivas Mercado decidió derribarlo: echar
por tierra cuatro años de trabajo intenso. La demolición tomó varios meses. Fue
terminada el 19 de julio de 1907.
Concluida la demolición, recomenzó la
obra.
Finalmente, el monumento fue
inaugurado por Porfirio Díaz el 16 de septiembre de 1910, con motivo del
Centenario de la
Independencia . Difícil saber con precisión el costo total de
la obra, sin embargo Xavier Guzmán Urbiola realiza algunos cálculos al
respecto.
La Columna de la
Independencia, que proyectó el arquitecto Antonio Rivas Mercado, costó, según
diversas fuentes de la época y de estudiosos contemporáneos, 2 millones 150 mil
pesos. (…) Esta cifra incluye el corte y montaje de la cantera entre 1902 y
1906, el desmontaje que debió hacerse de la misma en 1906, su cimentación, la
estructura de concreto (pionera en aquel momento, con unas varillas
descomunales), los trabajos de cantería que forran la estructura, los mármoles,
la obra artística importada, el vaciado de la Victoria Alada (popularmente
conocido como El Ángel) que remata el monumento, el resto de las esculturas
artísticas (bronces y mármoles), la cubierta de oro de hoja de 24 kilates, 6%
del costo de la obra que se le pagó al arquitecto por el proyecto y dirección,
y hasta el año que permaneció en París seleccionando y supervisando las
esculturas. Para que esta cifra diga algo es necesario recordar que la “raya”
de un peón adulto, o de un artesano urbano, como los operarios que trabajaron
ahí, era de 2 reales o 25 centavos por “una jornada laboral”. (…) Eso quiere
decir que un peón ganaba a la semana 1.25, y 5 pesos al mes. Las “rayas” de los
peones urbanos y rurales eran similares. No importa aquí que en las fronteras
del México porfiriano, o por desarrollar trabajos riesgosos, las retribuciones
llegaran a 30 y hasta 50 centavos, o que en ciertas zonas rurales, en cambio,
fueran tan bajos como 18 centavos. Sí es importante tener presente que esas
“rayas” eran sólo una parte de la retribución que un peón recibía, pues en el
campo o la ciudad éstas se completaban con diversas prestaciones paternalistas.
Originalmente el proyecto constaba de
9 escalones para ascender a la base del monumento, pero debido al hundimiento
permanente del entorno que le rodea y al sistema de pilotes de punta que lo
sostienen, a la fecha sobresale más de 3 metros del nivel actual del suelo y ha
sido necesario agregarle 14 escalones más. La columna en sí mide 36 metros de
altura y una vez sumada la altura del grupo escultórico que la corona, alcanza
en total 45 metros.
La escultura que se encuentra en la
cúspide de la columna y que conocemos como el Ángel de la Independencia ,
representa la Victoria
Alada y es obra del escultor italiano Enrique Alciati. Es de
bronce con recubrimiento de oro (aunque como veremos sobre esto existen algunas
sospechas), mide 6.7 metros de altura y pesa 7 toneladas. En una mano sostiene
la corona de laurel símbolo de la victoria y en la otra una cadena con
eslabones rotos que da por terminada la etapa de dominio español.
Durante mucho tiempo se creyó que
alguna de las hijas del Arq. Antonio Rivas Mercado había servido como modelo
para la estatua del Ángel. En realidad no fue tan así. Una hija de Rivas
Mercado, Alicia, posó para adornar el medallón central que aparece en una de
las puertas de bronce de la entrada al mausoleo. El rostro de Alicia bellamente
trabajado, simboliza a la República Mexicana. La otra hija de Rivas
Mercado, llamada Antonieta y nacida en 1900, tampoco fue modelo de la estatua
del Ángel siendo una niña en 1908-1910 en que se construyó la escultura.
Diversos autores,
entre ellos el historiador Carlos Martínez Assad, sostienen que en realidad Ernesta Robles, una costurera de
23 años procedente del Estado de México (y que mucho gustaba del baile de
salón) fue quién posó para la escultura del Ángel (La Victoria Alada ).
Pero cabe aclarar que solamente modeló con su rostro y sus piernas dado que
lucir el torso desnudo no era bien visto por aquellos entonces (parecería que
una joven llamada María completó el modelo al posar de la cintura al cuello).
El padre de Ernesta había muerto por lo que ella tenía que ayudar a su madre, a
sus cuatro hermanos y a sus dos hijos. Tres pesos diarios, constituían una
buena paga y al fin que nadie se enteraría. Esta información está basada en un
artículo publicado por el diario "La Prensa " del 14 de septiembre de 1957, cuando
la otrora modelo tenía 77 años de edad y respaldaba sus afirmaciones mediante
fotos y recortes de periódicos de la época.
Como es ampliamente
sabido el Ángel de la
Independencia cayó a tierra durante el sismo que superó los 7
grados en la escala Richter en la madrugada del 28 de julio de 1957. Según
Marcelo Yarza ello permitió develar una singular historia de amor.
El primero que se
percató de lo que había pasado fue Jaime Contreras, un obrero que se había
quedado trabajando hasta tarde, pues así le exigía el horario de su turno. Ni
él ni quienes se acercaron después dieron crédito a lo que sus ojos observaban.
El Ángel de la Independencia se había derrumbado, haciéndose pedazos al caer
contra el suelo. Un doctor que regresaba a su casa de la mano de su esposa,
narró al día siguiente los hechos que sus ojos vieron a lo lejos: la estatua de
bronce se despegó de la torre, golpeó la parte de piedra, destrozó el barandal
y voló sin control hasta el piso. Por la mañana, un artículo de La Prensa describió los hechos de forma
exacta: "Los bloques de bronce brillaban sobre el pasto, y aún en el
pavimento, lucían esplendorosos a la vista de los fanales de los autos que se
detenían en los contornos".
El médico no se
acercó hasta el lugar en el que cayó la estatua, como sí hizo Jaime Contreras.
Por eso no se enteró que, junto a las piezas destrozadas de la cabeza del ángel
dorado, yacía un trozo de papel viejo y carcomido por el tiempo. Una carta que
habría de convertirse en rumor. Ante la mirada sorprendida de quienes se
acercaban temerosos, el obrero levantó el trozo de papel y con sumo cuidado lo
desdobló. Imposible para él descifrar el contenido -Jaime Contreras no sabía
leer-, pasó la hoja a un señor que había llegado hasta su lado. El hombre leyó
en silencio las palabras deslavadas por el tiempo y sentenció: "Es una
carta de amor".
Hacía muchos años,
después de que el escultor terminara el boceto y después también de que el
molde fuera acabado, el fundidor del Ángel de la Independencia había decidido
meter en la cabeza de la inmensa estatua la carta que no se atrevió a darle a
su amada, quien días antes lo había abandonado. Hubo de temblar en la ciudad,
de caerse decenas de construcciones y de morir más de sesenta personas, para
que la mujer, cuyo rostro cruzaban ya las arrugas de la vida, conociera las
últimas palabras que le dedicara su más famoso enamorado. Hay quienes incluso
dicen que la pareja, después de que el contenido de la carta se hiciera
público, se reencontró.
El Ángel de la
Independencia tuvo que ser reconstruido por un grupo de técnicos encabezados
por el escultor José María Fernández Urbina. Este trabajo tardó más de un año
en concluirse y la columna permaneció sin su colosal complemento hasta el 16 de septiembre de 1958 en que fue
reinaugurada. Será nada menos que David Alfaro Siqueiros quien despierte
algunas dudas respecto a esta labor de restauración.
(...) el Chamaco
Urbina. Así le llamábamos en la escuela de Bellas Artes a José María Fernández
Urbina. Caricaturista y escultor de gran talento, pero que en mi concepto se
perdió mucho para el arte por su extraordinaria capacidad de chacharero. Como
se sabe, Fernández Urbina reparó el Ángel de la Independencia. (...)
Todavía en
1929-30, época en que me vi obligado a esconderme de la policía en el pequeño
taller de escultura de Fernández Urbina, este Chamaco continuaba,
superadísimamente, ejercitando su genio de cambista de chácharas y creo que es
así como hizo su fortuna. Alguien me cuenta que llegó a cambiar un par de
patines viejos por un pequeño automóvil. Y una llave de tuercas por una
perforadora de petróleo. Hace combinaciones, escribe, maniobra. Y ojalá al
hacer la reparación del Ángel de la Independencia no le haya sustituido ya la chapa
de oro, por alguna liga metálica más deslumbrante que la primitiva de metal
fino. Mucho me temo que eso se vaya a descubrir algún día.
Con este comentario
como al pasar, Siqueiros dejó sembrada la duda respecto a si el Ángel de la Independencia
mantiene su integridad original o pudo haber sido objeto de alguna ligera, o no
tan ligera, transformación.
Ojalá permanezca en
su sitio aunque nos quedemos con la duda.
1 comentario:
Muchas gracias por tu crónica de "El Ángel" , acá te dejo otro breve relato de los tiempos de Don Porfirio, que habla de otra chica como Ernesta Robles, a quién me ha dado por llamarlo la "Griseta Mexicana" y leyéndolo me entenderás el por qué. Saludos cordiales. Rafael C.
http://donsusanito.blogspot.mx/2012/04/hermeneutica-de-la-duquesa-job.html
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