En otras ocasiones nos hemos referido
al paraguas (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2018/05/anacronismo-del-paraguas.html)
pero creemos no equivocarnos ante la oportunidad de regresar al tema.
Sucede que Andrés Trapiello realiza
un ejercicio de prognosis acerca de la vida de un grupo de jóvenes a partir de
su relación con el paraguas.
Me levanté muy
temprano, para estar a las ocho y media en la calle, y darme un paseo. Parecía
una ciudad diferente, animada y activa. Se había llenado de estudiantes que
iban a clase. No se distinguían bien los de instituto de los de universidad.
Llevaban todos paraguas, cerrados porque no llovía, aunque el cielo tenía un
color pizarra preocupante. Llamaba la atención lo de los paraguas en manos de
gente menuda, porque los paraguas son más bien cosa de viejos, los jóvenes aman
la lluvia sobre la frente. Pensé, probablemente los que llevan paraguas son los
que ocuparán el día de mañana los puestos relevantes de la sociedad. En cambio
los que iban a cuerpo gentil parecían más jóvenes, más guapos, y caminaban en
compañía de otros sin paraguas, charlando animadamente. Los de los paraguas
iban solos, cada cual por su cuenta. Sin duda, estos medrarán.
Las observaciones de Trapiello
quedarán en una simple especulación más al no contar con los medios que le
permitirían verificar sus vaticinios.
Si hubiese uno
tenido facultades para ello y modos, les hubiera puesto a cada espécimen uno de
esos chips que se les coloca a los animales, delfines, renos, tortugas, para
hacer un seguimiento de sus vidas y corroborar la hipótesis; los paraguas a los
dieciocho años llevan directo a una poltrona y al matrimonio.
¿Qué habrá sucedido con aquellos
jóvenes?
El improbable lector tiene la
palabra, es hora de hacer conjeturas.
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