En los estadios donde se juegan los partidos
de futbol mexicano se ha vuelto costumbre que en los instantes previos a que el
portero del equipo contrario haga el despeje, la hinchada grite: “eeeeeeeeh… ¡puto!”
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación ha exigido a la Federación
Mexicana de Futbol que tome las medidas adecuadas para terminar con esos gritos
que atentan contra los derechos de las personas homosexuales. Una nota de
Héctor Alfonso Morales publicada en El
Universal el 18 de marzo de este año se refiere al tema.
“Nos parece que
así como hay expresiones racistas que no se deberían aceptar, porque son
discriminatorias, igualmente los gritos homofóbicos lo que buscan es intimidar
y denigrar al portero o al equipo contrario, pero en realidad denigran el
deporte”, señala Ricardo Bucio Mújica, presidente de la Conapred. “En ese
sentido sí hay un equívoco y una omisión permanente de las directivas [de los
clubes] y de la Federación [Mexicana de Futbol]. Ésta es una situación que
puede degenerar en violencia”.
Por eso, Bucio
recomienda emprender campañas preventivas y correctivas para frenar este
fenómeno, generalizado en los recintos del balompié nacional.
“Se tendría que
dar un cierto aviso a la tribuna, porque tiene una afectación concreta en la
vida de las personas, no es un tema inocuo”, lamenta el titular del organismo
contra la discriminación. “Hay una carga de desprecio, de minusvaloración en
esta expresión colectiva en el estadio”. (…)
Sin embargo, en el
Reglamento de Sanciones de la liga mexicana
no se señala explícitamente a la homofobia como un tipo de
discriminación, al sólo referirse al racismo.
Según algunas fuentes el origen de
esta costumbre tuvo lugar hace poco más de diez años en la ciudad de
Guadalajara y después se hizo presente incluso en los Campeonatos Mundiales de
Alemania (2006) y Sudáfrica (2010); tal es lo que se precisa en http://www.fanbolero.com/2012/10/el-origen-del-eeeeeeh-puto/
Los primeros
inicios del grito dicen ser de Guadalajara, por ahí del año 2003, poco después
de que Oswaldo Sánchez regresara a la ciudad a jugar con las Chivas, venía del
América (…) y antes había estado en el Atlas. Lo que se dice es que los
aficionados tapatíos estaban enojados con él (por traidor) y se lo quisieron
hacer saber cada que cobraba un saque de meta.
Ahora, no es como
que de la nada se les ocurrió, el grito de “puto” se usaba desde antes, cuando
se decía la alineación visitante, se escuchaba la palabra tras oír cada jugador
del equipo rival, este intensificándose más con alguien que era particularmente
odiado por la afición.
El tema cobró amplia difusión durante
el Campeonato Mundial de Brasil cuando la FIFA amenazó con sancionar a la
selección de México por ese grito que brota de las tribunas ocupadas por su hinchada
(y que comenzó a ser copiado por la torcida
brasileña). Una nota de prensa da cuenta de ello.
Por supuestas
conductas racistas y homofóbicas, aficionados mexicanos están en la mira en el
Mundial de Brasil 2014.
De acuerdo a
información de dos medios de comunicación ingleses, la FIFA ya habría iniciado
un proceso disciplinario contra México debido a “conductas impropias” de su
afición durante los partidos que el Tricolor ya disputó en la Copa del Mundo,
ante Camerún y Brasil, en Natal y Fortaleza respectivamente.
(…) la Selección
Mexicana estaría en riesgo de ser sancionada por supuestos actos homofóbicos de
su público, al igual que la Selección Brasileña.
Brasil y México
“podrían enfrentar un castigo por el comportamiento ‘homofóbico’ de sus
aficionados, después de que se les informó a los oficiales de FIFA del uso
grito de ‘Puto’ durante su partido correspondiente al Grupo, en la ciudad de
Fortaleza”, publicó el diario inglés The
Telegraph, en su versión web.
Difícil imaginar cuáles serían estas
sanciones y cómo debería actuar la Federación Mexicana de Futbol para suprimir
ese grito. Cualquier castigo en este sentido haría responsable al órgano rector
del balompié nacional -como gustan decir los cronistas deportivos- cual padre
que deberá hacerse cargo de la mala conducta de sus hijos que asumen
comportamientos groseros respecto al golero del equipo contrario.
A partir de estos hechos la polémica
quedo abierta. Por una parte están quienes consideran que el grito constituye
un insulto de indiscutible contenido homofóbico por lo que solicitan a las
autoridades que tomen cartas en la cuestión. Por otro lado están quienes quitan
trascendencia al hecho, señalando que tan solo se trata de echar relajo con el
único objetivo de presionar y poner nervioso al portero del equipo contrario.
Los ataques entre quienes conforman estos distintos grupos de opinión han ido
creciendo de tono (tanto en los medios de comunicación tradicionales así como
en las redes sociales) alcanzando en ocasiones niveles altisonantes propios del
tema en disputa.
A mi parecer la cuestión tiene algunas
aristas que no han sido consideradas. Además de las implicancias conceptuales o
cualitativas del grito (que es lo que se ha venido discutiendo), es importante
añadir lo cuantitativo: la asimetría entre una multitud gritona y un guardameta
callado que pone de manifiesto una gran inequidad entre los bandos en cuestión.
Y tal vez sea por la vocación de minoría que uno trae pero hay que subrayar que
el mayoriteo de la hinchada es de una desproporción escandalosa (y no es
necesario leer “Masa y poder” de Elías Canetti para suponer que hay mucho de
cobardía individual oculto en la prepotencia de la masa).
El estadio no es lugar propicio para
que las expresiones se guíen por el Manual de Carreño pero una cosa son los
gritos individuales, los desahogos solitarios y muy otra el coro unánime de la
tribuna. No deja de ser una conducta inventada por una persona o un pequeño
grupo que luego se hizo moda. Y para modas impuestas en un estadio de futbol,
es preferible la ola que resulta
agradable a la vista y ayuda a desentumecer a los espectadores que permanecen
sentados en las graderías.
Otro aspecto a resaltar tiene que ver
con que las hinchadas se la agarran con el más inocente y solitario del equipo
contrario. Son contadas las ocasiones en que un portero da una patada a un
jugador del equipo contrario o mete un gol en la portería rival. Y sin embargo
así es, la hinchada no le grita el “eeeeeeeh… ¡puto!” a un defensa de juego
brusco o al delantero que les metió tres goles… Ni siquiera al juez que los pudo
perjudicar con un fallo más que discutible.
Finalmente cabe recordar que el grito
descalificador entre rivales no se ha limitado a los estadios de futbol y en
este sentido el hecho tiene una larga historia Salvador Novo deja constancia de
ello.
En la famosa Noche
Triste, al perseguir a los españoles, los mexicas les gritaban cuiloni, cuiloni. A esta distancia, es
imposible saber si les sabían algo o se los decían al tiro; pero consultados
los más fehacientes Vocabularios, hallamos que cuiloni quiere decir puto, o
“somético”, si la verdad, aunque no peque, incomoda.
Y claro que por aquellos entonces no
había CONAPRED ni FIFA que pudieran intervenir en el asunto…